Pasaba más tiempo husmeando en las bibliotecas que escribiendo música, para ser sincero; entre libros, vasos pequeños con café frío y barato, y escuchando las mismas canciones de siempre (prefiero no decir qué tipo de canciones). Como dije anteriormente, pasaba las mañanas, tardes y una que otra noche rogando que seguridad no viniera con ese rostro rendido de su labor diaria a decirme: joven, ya debe retirarse, buenas noches.
De una biblioteca a otra, siempre gris; Lima es gris en julio, todo el invierno, gris. Mi ánima es gris también. Todo es perfecto, medito.
A pesar de colarme en algunas clases de Antropología y Sociología, prefería estar en las bibliotecas como un perfecto autodidacta, siempre he sido autodidacta; casi no me juzgo porque nunca me arrepiento, nunca he fallado educándome de esa manera. Asistí también a clases de Musicología e Introducción a la etnomusicología dictadas por el maestro Aurelio Tello. He aprendido muchas cosas en poco tiempo, debía sentirme afortunado, sin embargo: ¿Qué debo hacer con toda la información adquirida? dejarlo en papeles a cambio de números como calificaciones no era mi propósito, además estaba muy animado después de leer muchos libros de investigación, poesía peruana y uno que otro clásico aventurero de historia, para no perder mi causa.
Siempre he sentido curiosidad por explorar las músicas de otras regiones del país. Sucede que desde antes ya había analizado la música tradicional de culturas foráneas, incluso había compuesto y grabado música instrumental usando recursos -excesivos- de la música hindú.
Siempre llega un momento en el que uno mismo se cuestiona al punto de sentirse casi culpable, eso pasó conmigo. Obviamente, tenía ya planeado a dónde ir, qué hacer y cómo hacerlo, no era mucho esfuerzo, pensaba en un primer momento.
Espero paciente las vacaciones de medio año; llega el momento, empaco mis cosas: ''mis guitarras no pueden quedarse solas en Lima'', pienso.
Ya en el aeropuerto -muy de mañana- los trabajadores de la aerolínea se oponen a permitir mi viaje con dos guitarras, ni una sola palabra digo. Espero. Sigo esperando a un costado de lo que ellos llaman counter:
- ''Señor, lo que podemos hacer con sus instrumentos musicales...'' - ''No, gracias'', interrumpo de una forma relajada. Los trabajadores me empiezan a mirar de manera incómoda. Espero. Sigo esperando a un costado. El operador conversa con sus compañeros, llama a alguien por su intercomunicador. Espero, sigo esperando a un costado:
- ''Señor, este es su pasaje, la hora, y la puerta de embarque, muchas gracias por usar nuestro servicio''.
Ingreso a la sala de embarque; frío, pálido, ojos de tantos colores, pieles de tantos colores, prisa en algunos, tranquilidad en otros, finalmente frío. No tenía absolutamente nada qué hacer fuera de ella, ¿Qué tenía que hacer afuera?. ''A ver si duermo un poco'', pienso, pero al mismo tiempo, la prisa en algunos y la tranquilidad en otros hacen que me irrite fácilmente. Recuerdo el aroma del café, no es el mismo, nunca podría ser el mismo. Vienen y van sensaciones de estar parado en medio del cálido de la selva, rodeado de frutos frescos y viento caliente; tropical es la palabra que galopa en mi mente. Amarillo y verde todo, azul animoso el cielo que me vea abrir senderos entre los frutos frescos y el viento caliente. Café, café y más café; estoy dormido. Duermo y no siento que lo esté, el color del café pinta el cielo azul, todo se eclipsa y los frutos se secan. Todo huele a café.
Finalmente, a punto de subir al avión. Estoy cada vez más cerca de ingresar por la puerta de embarque número 13, sostengo mis guitarras más fuerte -como si estuviera en esas angostas calles de Alto Perú, pasada las 11 de la noche-. Una vez más: ''nadie me va a quitar... ni se atrevan, ni se atrevan''. Dni y boleto a la mano, pero los tengo en la boca; me siento rebelde, no tengo ganas de obedecer a nadie. Siempre he sido rebelde, solo tengo que actuar muy natural. 2 minutos después estoy más calmado. De hecho, me estoy embarcando a territorios remotos y movedizos, un tanto lejos de mi hogar, ¿alguien me lo pidió? ¡no!, porque soy rebelde lo hago. Se evaporan mis controversias y es momento de ingresar al avión pero, ''un momento, señor. Usted no puede viajar con ambos instrumentos en cabina''. Desconfianza y un poco de temor invaden mis manos y suelto mis guitarras:
- ''Frágil, por favor. Frágil''
- ''No se preocupe, caballero, tome su boleto, están los números de ambos equipajes. Irán al último, encima de las otras cargas''. Camino despavorido, directo al avión.
Una vez sentado y con mi pequeño cuadernillo, me entretengo escribiendo y corrigiendo mi agenda para cuando llegue a Tarapoto. Aún hay gente subiendo al avión y ubicándose en sus respectivos asientos, ''no me gusta subir al último, ya ves, me gusta ir detrás de 3 o 5 personas nada más, así no tengo que sudar por estar agitado buscando mi asiento y poniendo mi mochila en el compartimento que está arriba; así estoy bien, ya ves''.
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